Hablar de la cerámica de Sargadelos no solo es hablar de un auténtico símbolo de Galicia; es un viaje a través de dos siglos de historia, artesanía y resiliencia.
Desde sus humildes orígenes en una pequeña parroquia de la provincia de Lugo hasta convertirse en un fenómeno global, Sargadelos ha tejido su legado mezclando innovación y tradición.
Sus inconfundibles piezas de porcelana blanca y vibrante azul cobalto no solo adornan hogares en los cinco continentes, sino que cuentan la rica historia de Galicia en cada trazo.
Y es que de la visión de Antonio Raimundo Ibáñez en el siglo XIX a la reinvención de Isaac Díaz Pardo en el XX, Sargadelos ha evolucionado de una simple fábrica de loza a un auténtico emblema cultural, fusionando artesanía tradicional con diseño vanguardista.
Hoy, esta marca gallega no solo conquista mesas y vitrinas, sino que se reinventa constantemente, llevando un pedazo de Galicia al mundo a través de sus icónicas vajillas, joyas y objetos de decoración.
Te invitamos a adentrarte en el fascinante universo de Sargadelos, a descubrir su historia, su presente y el meticuloso proceso artesanal que da vida a cada pieza. Conoce a las personas que, con pasión y maestría, han dado forma a la leyenda de Sargadelos, convirtiéndola en un referente de la artesanía a nivel mundial.
Historia de la cerámica de Sargadelos
La fascinante historia de Sargadelos, que abarca más de 200 años, es un viaje desde la época de la Ilustración hasta la Galicia contemporánea, convirtiéndose por el camino en un auténtico emblema de la identidad gallega.
Todo comenzó en el año 1788, cuando Antonio Raimundo Ibáñez, conocido erróneamente como el Marqués de Sargadelos, pues tal título nobiliario nunca existió, estableció una fundición de hierro en la Mariña Lucense, concretamente en la parroquia de Santiago de Sargadelos, en el municipio de Cervo.
Y es que si bien Sargadelos es conocido hoy por sus excepcionales cerámicas, lo cierto es que sus inicios se centraron en la fabricación de municiones y otros elementos de hierro fundido, entre ellos los curiosos bancos que todavía se pueden ver en la Alameda de Santiago de Compostela.
Fue en 1806 cuando Ibáñez, aprovechando los ricos yacimientos de caolín de la zona, decidió diversificar su negocio y fundó una fábrica para manufacturar loza tipo «Bristol», la Real Fábrica de Sargadelos. La fábrica original vivió un periodo de esplendor y prestigio, llegando incluso a producir vajillas para la realeza española.
Sin embargo, tras la trágica muerte de Ibáñez en 1809, la empresa atravesó una serie de altibajos que culminaron con su cierre definitivo en 1875. Durante su apogeo, la fábrica llegó a producir 20.000 piezas al año, dando empleo a más de mil familias y contando con su propia flota de buques mercantes.
El verdadero renacimiento de Sargadelos llegó de la mano del visionario Isaac Díaz Pardo. En 1949, este artista e intelectual fundó un taller de cerámica en O Castro, Sada, que se convertiría en la semilla del resurgimiento.
No obstante, la auténtica revolución llegó en 1963, cuando Díaz Pardo, junto al artista Luis Seoane, gestaron en el exilio argentino el «Laboratorio de Formas», un proyecto crucial para la cultura gallega del siglo XX y antesala de la posterior «Sociedad Cerámica de Sargadelos», fundada en 1968.
Esta nueva etapa transformó Sargadelos en un símbolo de la innovación y la cultura gallega. La icónica porcelana blanca decorada con azul cobalto se convirtió en un medio para revivir y celebrar la identidad gallega.
Díaz Pardo y Seoane lograron fusionar la tradición con la vanguardia, creando piezas que iban desde vajillas inspiradas en la arquitectura románica hasta figurillas de personajes emblemáticos como Rosalía de Castro o Castelao.
Un proceso de creación todavía muy artesanal
Más de dos siglos después de su fundación, Sargadelos sigue fiel a su esencia: la creación de cerámica donde la tradición y la artesanía son protagonistas, eso sí, sin renunciar a la tecnología moderna.
Cada pieza es un viaje que comienza en la moderna pantalla de un ordenador, donde el diseño toma forma, pero cobra vida verdadera en las manos de los mejores ceramistas artesanos.
Moldes de escayola, tallados a mano con meticulosa precisión, dan forma a la pasta líquida de caolín, cuarzo y feldespato. Tras un delicado desmoldado, las piezas en crudo, aún frágiles, se someten a un primer horneado a 800 grados, conocido como «bizcochado», en hornos tradicionales llamados «muflas».
Sobre esta superficie porosa, los artesanos despliegan su maestría. Con pinceles y aerógrafos, crean intrincados diseños con la precisión de un relojero suizo. Luego, un baño químico en forma de esmalte prepara la pieza para el momento culminante: la cocción a 1430 grados en un horno túnel.
Durante 11 horas, la pieza atraviesa este intenso fuego, emergiendo transformada en una porcelana vitrificada de un blanco luminoso y el vibrante azul cobalto característico de Sargadelos. Algunas piezas, por ejemplo, las que llevan tonos rojos, requieren de un último horneado a 800 grados para fijar los colores.
Este meticuloso proceso artesanal, donde cada pieza es única, es una de las principales señas de identidad de Sargadelos y parte de su magia. Y es que a pesar de la automatización de algunos procesos, el factor humano sigue siendo fundamental en cada etapa, desde el tallado de los moldes hasta la decoración y el ensamblaje final.
Las pequeñas imperfecciones que a veces aparecen en las piezas son un testimonio de este trabajo manual, un recordatorio de que cada creación de Sargadelos es una obra de arte única, fruto de la pasión y la habilidad de sus artesanos.
La combinación de técnicas ancestrales y tecnología moderna da como resultado piezas que no solo son bellas, sino que también cuentan una historia: la historia de una tradición centenaria que sigue viva en cada taza, plato o figura que sale de sus talleres.
Sargadelos hoy: el azul cobalto sigue más de moda que nunca
A pesar de las turbulencias internas que incluso supusieron la salida de Isaac Díaz Pardo, y de haber estado al borde del colapso financiero en la década de 2010, la marca ha renacido con fuerza bajo la dirección del nuevo propietario Segismundo García, manteniendo su esencia bicentenaria mientras se proyecta hacia el futuro.
Esta revitalización ha llevado a Sargadelos más allá de su reconocida excelencia en cerámica. Hoy, es un complejo cultural que incluye un museo, talleres de experimentación y un centro de producción donde tradición e innovación se entrelazan, manteniendo vivo su espíritu vanguardista.
En la actualidad, en la que se podría considerar como «sexta época», la empresa ha alzado el vuelo hacia un nuevo futuro, con una vocación todavía más global. En 2021, presentó una vajilla diseñada para el MoMA de Nueva York y colaboró con el renombrado arquitecto David Chipperfield.
Además, ha colaborado con diseñadores de moda como Ailanto y artistas como Martín Azúa, cuya vajilla espiral ha sido un éxito entre el público joven, rejuveneciendo su imagen sin perder su esencia.
La diversificación también ha sido clave, llevando a la marca a incursionar en textiles para el hogar, accesorios e incluso fragancias. Sus piezas adornan ahora los tiradores de cerveza Estrella Galicia y salen en películas de Pedro Almodóvar, demostrando su versatilidad y alcance global.
Con un equipo de más de 200 personas, mayoritariamente mujeres, Sargadelos se expande internacionalmente y puede presumir de estar presente en prestigiosas galerías comerciales como El Palacio de Hierro de México o La Rinascente de Milán.
Sin duda, su legado ha trascendido la artesanía, convirtiéndose en un embajador cultural reconocido mundialmente. No solo se ha cumplido la visión de Luis Seoane de hacer que «los gallegos conozcan su historia, aunque sea a base de comprar cacharriños y figuriñas», sino que ha llevado esa historia y arte a hogares y museos de todo el planeta.
En definitiva, el icónico azul cobalto de Sargadelos, todo un símbolo de tradición e innovación, sigue más de moda que nunca. Y que dure.
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