Entre las decenas de curiosidades que esconde la ciudad de Santiago de Compostela, destaca un símbolo que cautiva tanto a locales como a visitantes: Las Dos Marías, también conocidas como As Dúas Marías en gallego.
Pero estas coloridas estatuas de bronce realizadas por el escultor vasco César Lombera, que desde 1994 engalanan la Alameda compostelana, son mucho más que un simple atractivo turístico.
Las figuras representan a Maruxa y Coralia Fandiño Ricart, dos hermanas cuyo paseo diario a las dos en punto se convirtió en un acto de desafío y resistencia durante la dictadura franquista.
Sin embargo, tras su llamativa apariencia y sus atuendos extravagantes, se oculta una historia de resistencia y libertad digna de contar. Hoy repasamos la historia de estas dos mujeres subversivas que se negaron a ser silenciadas por la represión.
La triste historia oculta de Las Dos Marías
Detrás de la imagen icónica y entrañable de Las Dos Marías, Maruxa (1898-1980) y Coralia (1914-1983) Fandiño Ricart, se esconde una triste historia de represión y sufrimiento que marcó sus vidas y las convirtió en símbolos involuntarios de la lucha contra la opresión franquista.
Y es que, en la Compostela de la posguerra, sumida en el miedo y la censura del Franquismo, su familia, de firmes convicciones republicanas, se convirtió en blanco de una persecución implacable. Sus hermanos, miembros activos de la CNT, se vieron obligados a huir, dejando a las hermanas a merced de las autoridades.
Maruxa y Coralia, lejos de doblegarse, demostraron una enorme valentía y estoicismo. En su afán por localizar a los hermanos fugitivos, la policía del régimen sometió durante años a las hermanas a interrogatorios brutales y humillaciones públicas.
A pesar del acoso, mantuvieron una lealtad inquebrantable, negándose a revelar el paradero de sus familiares. Su negativa a traicionar a sus seres queridos las convirtió en un faro de resistencia en medio de la oscuridad, pero también las condenó al ostracismo y la exclusión social.
No en vano, esta resistencia silenciosa tuvo un alto precio. Fueron señaladas como «rojas» y «locas» y perdieron su negocio de costura, su principal fuente de ingresos, y con ello, su sustento. Y es que la sociedad compostelana, atemorizada por las represalias del régimen, las apartó de su seno, dejándolas a la deriva.
Sin embargo, la solidaridad de algunos de sus vecinos, quienes en un acto de valentía y compasión les dejaban comida y dinero en los comercios, permitió a Las Dos Marías sobrevivir a los años más duros de la dictadura.
La colorida rebeldía de Las Dos Marías
A principios de los años 50, tras soportar una larga etapa de represión y marginación y ya sin nada que perder, Las Dos Marías decidieron desafiar las convenciones sociales del franquismo de una manera única y llamativa.
Cada día, al sonar las dos en punto en las campanas de la torre de la Berenguela, Maruxa y Coralia Fandiño Ricart iniciaban su icónico paseo por las calles de Santiago de Compostela. Este ritual les valió el apodo de «As dúas en punto».
Las hermanas Fandiño sorprendían a los compostelanos con sus vestidos chillones y maquillajes extravagantes, que rara vez repetían, creando un espectáculo visual que contrastaba vívidamente con el ambiente gris y sombrío de la Santiago de posguerra.
Aunque las hermanas no solo destacaban por su apariencia, sino también por su comportamiento. Fumaban en público y piropeaban a los jóvenes universitarios, actitudes impensables para las mujeres de entonces.
Aunque muchos las tachaban de «locas» o «solteronas», su excentricidad era en realidad una forma de afirmación personal tras años de sufrimiento. Para ellas, ser el centro de atención, incluso si eso significaba recibir burlas, era preferible a la invisibilidad que habían padecido.
Sin saberlo, Las Dos Marías se convirtieron en un símbolo para quienes se sentían asfixiados por el régimen. Su presencia diaria representaba un grito silencioso de libertad, una protesta pacífica contra la opresión. Su historia nos recuerda que, incluso en los tiempos más oscuros, el espíritu humano encuentra formas de expresarse y resistir.
Sus últimos años de vida y posterior reconocimiento
Maruxa, la mayor de las hermanas, falleció en Santiago en 1980. Coralia, profundamente afectada por la pérdida, se mudó a A Coruña, pero nunca logró adaptarse a la ausencia de su hermana ni a la distancia de su querida Compostela. Tres años después, en 1983, también se despidió de este mundo.
A pesar de las dificultades y el rechazo que sufrieron en vida, Santiago de Compostela recuerda hoy a Las Dos Marías con el cariño y el respeto que merecen. Desde 1994, una colorida escultura de César Lombera en la Alameda inmortaliza sus paseos diarios, convirtiéndose en uno de los puntos más fotografiados de la capital de Galicia.
Su historia también ha inspirado diversas obras artísticas, entre ellas el documental «Coralia e Maruxa, as irmás Fandiño» del escritor y actor Xosé Henrique Rivadulla Corcón, una obra que ofrece diferentes perspectivas sobre la relación entre las hermanas y la ciudad y que puedes ver en el anterior enlace.
Además, gracias a una colecta popular organizada en 2014 por el Ateneo de Santiago, Maruxa y Coralia descansan juntas en el cementerio de Boisaca, cumpliendo así su deseo de permanecer unidas incluso en la muerte.
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