Enclavada justo donde el río Miño se funde en un abrazo perpetuo con el Océano Atlántico, A Guarda es mucho más que una pintoresca villa marinera de las Rías Baixas.
Es un destino que está de moda y que cada vez atrae a más turistas. Y, la verdad, que no nos extraña nada, ya que combina a la perfección historia, patrimonio, naturaleza y gastronomía, atrapando a todo aquel que la visita con sus casas de colores, sus callejuelas llenas de encanto y su ambiente tranquilo y acogedor.
Pero, más allá de ser uno de los pueblos más bonitos cerca de Vigo, A Guarda esconde más secretos. Y es que, en sus alrededores, es posible visitar un patrimonio arqueológico de primer orden, con el famoso Castro de Santa Trega como principal exponente.
Además, los amantes de la naturaleza y las actividades al aire libre, encontrarán en este municipio pontevedrés un paraíso que ofrece múltiples opciones: playas de todo tipo, rutas de senderismo con vistas increíbles, espacios naturales… ¿Se puede pedir más?
Qué ver en A Guarda: 10 cosas que no te puedes perder
A continuación, te vamos a contar todo lo que ver en A Guarda. Desde su animado puerto y su singular espigón convertido en museo al aire libre, hasta la huella indiana de sus calles, te invitamos a embarcarte en un viaje que te sorprenderá a cada paso. ¡Allá vamos!
Paseo marítimo y puerto de A Guarda
Como en toda villa marinera que se precie, acercarse hasta su puerto es siempre una excelente idea. Y aquí en A Guarda, no iba a ser menos.
Y no solo porque se trate de uno de los puertos con más solera de las Rías Baixas, sino también porque es el lugar ideal para palpar la esencia marinera de la villa.

El vaivén de sus barcos de bajura, el ir y venir de los pescadores descargando la captura del día y el aroma salado que impregna el aire conforman la estampa cotidiana del puerto guardés, lo que brinda una experiencia auténtica y cercana de la vida marinera gallega.
Desde el puerto se despliega una de las mejores panorámicas de la villa. Las casas marineras de colores, dispuestas en forma de anfiteatro, crean una postal que deleita a los fans de la fotografía y a todo aquel que aprecie la belleza de los pueblos marineros.
Además, la facilidad de aparcamiento en la zona del puerto lo convierte en el lugar ideal para comenzar la visita e ir paladeándola en dirección a la villa por el paseo marítimo.
Un agradable recorrido salpicado de restaurantes y terrazas donde degustar la deliciosa gastronomía local, basada en pescados y mariscos frescos, entre los que destaca la famosa langosta de A Guarda, que protagoniza una de las fiestas gastronómicas más relevantes de Galicia, a principios del mes de julio.
Al final del paseo marítimo, justo al pasar el antiguo lavadero, se encuentra el Convento de San Benito del siglo XVI, ahora convertido en un encantador hotel monumento.

Por experiencia propia, puedo asegurar que alojarse aquí es todo un acierto. No solo por la comodidad de sus habitaciones y la belleza del edificio, sino también por la posibilidad de disfrutar de rincones con historia como el museo de arte sacro o sus bonitos claustros.
Museo do Mar de A Guarda
Justo al final del paseo marítimo se encuentra el espigón del puerto, convertido desde el año 2018 en una especie de museo de arte urbano gracias al proyecto «A Guarda Escrita nas Estrelas», obra de los artistas Nuria Villa y Alberto Brandón (NUVI & éxfico).
Este mural monumental convierte el cielo estrellado en un lienzo donde se entrelazan elementos emblemáticos de la villa como crustáceos, aves marinas o embarcaciones, creando una narrativa visual que homenajea la historia y cultura de la A Guarda.
El rincón estrella es, sin duda, el icónico ovni con el lema «A Guarda is alive», que se ha convertido en un imán para los amantes de las redes sociales, quienes buscan el selfie perfecto para compartir en Instagram bajo el hashtag #Aguardaescritanasestrelas.
A un paso del espigón, encontrarás también el Museo del Mar, localizado en una réplica de una antigua atalaya construída por los portugueses en el siglo XVII.

La visita a su interior permite descubrir la profunda conexión de la villa guardesa con el mar a través de útiles de pesca donados por los propios vecinos, maquetas de barcos y una completísima colección de conchas de todo el mundo. Eso sí, ten en cuenta que solo abre sus puertas los fines de semana y festivos.
Casco histórico de A Guarda
Sin duda, una de las mejores cosas qué ver en A Guarda es su casco antiguo. Caracterizado por sus pronunciadas cuestas y escaleras, revela la peculiar topografía de la villa y ofrece sorpresas en cada esquina.
Un trozo de la antigua muralla medieval por aquí, una pequeña escalinata escondida entre casas por allá, una estatua de bronce ideal para hacerse una foto, un cruceiro… Mires a dónde mires, siempre habrá algo que te llame la atención.

Aunque antes, una buena forma de comenzar el paseo es hacerlo por la pintoresca calle Malteses. Paralela al paseo marítimo, esta calle de coloridas casas marineras tradicionales supone un viaje en el tiempo que contrasta vivamente con el cercano bullicio del puerto.
Tras ello, ascendiendo las escaleras de la calle Colón, se despliega el casco antiguo en sí mismo. Más allá de buscar monumentales edificios, aquí lo recomendable es olvidarse de mapas y callejear sin rumbo, disfrutando del ambiente.
Y es que A Guarda es uno de esos pueblos que invitan a disfrutarlo de forma relajada, tomándose tiempo para observar los detalles, charlar con la gente y, en definitiva, disfrutar de la vida que palpita en cada rincón.

Así, de la nada, es como aparecen ante los ojos del viajero lugares tan bonitos como la Praza do Reló, el antiguo corazón de la villa, donde se encuentran el edificio del ayuntamiento, con su esbelta Torre del Reloj, y sus terrazas, ideales para hacer un alto en el camino.
A pocos pasos, se alza la Iglesia de Santa María, un templo de origen románico reformado en el siglo XVI que destaca por su bonita fachada barroca y su alta torre-campanario.

Ruta de las Casas Indianas
Recorriendo las calles de A Guarda, es inevitable no reparar en algunas edificaciones que destacan sobremanera entre la sencilla arquitectura de esta villa marinera.
Son las Casas Indianas, construidas entre finales del siglo XIX y principios del XX por emigrantes que regresaron de «hacer las Américas», principalmente en Puerto Rico, México, República Dominicana y Brasil.

A su regreso, estos emigrantes plasmaron su fortuna en viviendas que rezuman elegancia y evocan el estilo colonial americano. Lo que distingue a estas casas son detalles arquitectónicos como la cantería en las fachadas, los azulejos, la forja en los balcones…
Para descubrirlas, nada mejor que hacer la ruta diseñada por el Ayuntamiento de A Guarda que recorre 12 de las casas indianas más emblemáticas.

Entre las paradas imprescindibles se encuentran Villa Borinquen, la Casa de Eloy Domínguez Veiga, la Casa de Manuel Alonso Sobrino y el actual Centro Cultural, que en su día fue también una casa indiana y ahora acoge exposiciones y eventos.
Castro de Santa Trega
En lo alto del Monte Santa Trega (Santa Tecla), con vistas privilegiadas al océano Atlántico y al río Miño, se encuentra uno de los yacimientos arqueológicos más importantes no solo de Galicia, sino de toda la Península Ibérica: el Castro de Santa Trega.

Declarado Monumento Histórico Artístico Nacional y Bien de Interés Cultural, este asentamiento castreño ofrece una fascinante mirada a la vida de los antiguos celtas que poblaban esta región hace más de 2.000 años.
Aunque la historia de este lugar se remonta todavía más atrás en el tiempo. Y es que gracias a los petroglifos descubiertos ha podido constatarse la presencia humana desde la etapa final del Neolítico, aproximadamente 2.000 años antes de la construcción del propio castro.
Sin embargo, el asentamiento principal surgió entre los siglos I a.C. y II d.C., llegando a albergar una población estimada de hasta 5000 habitantes en su apogeo.
Hoy en día, podemos tener el privilegio explorar este laberinto de construcciones circulares y ovales, características de la cultura castreña, junto con algunas estructuras cuadradas que evidencian la posterior influencia romana.

Incluso podemos visitar una vivienda reconstruida para experimentar de primera mano cómo era la vida cotidiana en la cultura castreña en este antiguo asentamiento. Sin duda, una experiencia altamente recomendable en cualquier visita a A Guarda.
Además, desde su cima se puede disfrutar de vistas panorámicas de 360 grados que abarcan la desembocadura del río Miño, el vasto Océano Atlántico, la villa de A Guarda y la costa portuguesa, incluyendo la localidad portuguesa de Caminha.

Castillo de Santa Cruz
En lo alto de A Guarda, vigilando la villa y el río Miño, se encuentra el Castillo de Santa Cruz. Más que un castillo propiamente dicho, se trata de una fortaleza construida en el siglo XVII durante la Guerra de Restauración entre España y Portugal.

Tiene forma de estrella, igual que otros ejemplos de la arquitectura militar portuguesa como la cercana fortaleza de Valença do Minho y cuatro baluartes con garitas de vigilancia.
Tras pasar mucho tiempo abandonada, en 1995 fue declarada Bien de Interés Cultural y pasó a manos del municipio, que emprendió una cuidadosa restauración.
Hoy es un remanso de paz que cuenta con un pequeño jardín botánico con árboles centenarios y el Centro de Interpretación sobre fortalezas abaluartadas transfronterizas, que abre los fines de semana. Desde su cima se pueden obtener unas buenas vistas panorámicas del mar, el monte Torroso y el monte de Santa Trega.

Ruta de las Cetáreas
Aquellos que quieran sumergirse en la tradición marinera de A Guarda, tienen en la Ruta de las Cetáreas un plan genial para ello. Y es que este recorrido de apenas 5 kilómetros permite ver de cerca cuatro de las cetáreas más importantes.
Pero, ¿qué son las cetáreas? Pues son antiguos viveros construidos en la roca a finales del siglo XIX y principios del XX donde se mantenía vivo el marisco antes de venderlo.
A través de la ruta podrás ver la cetárea de A Grelo, situada al sur del puerto y las cetáreas de Portiño, Altiña y Redonda, hacia el norte en dirección Baiona.

Aunque si no tienes tiempo para verlas todas o hacer la ruta a pie, nosotros te recomendamos la Cetárea Redonda. Y no solo por su considerable tamaño, sino también por su increíble localización, en mar abierto con las olas del Atlántico azotando con fuerza sus muros.
Salinas romanas
Además de las cetáreas, la costa de A Guarda todavía esconde muchas más sorpresas. Un ejemplo son las Salinas Romanas do Seixal, un testimonio de la larga tradición de aprovechamiento de los recursos marinos en la costa gallega.
Datadas en la primera mitad del siglo I d.C, estas salinas formaban parte de uno de los mayores sistemas de explotación de sal marina documentados en todo el Imperio Romano, que se extendía desde Matosinhos (Portugal) hasta Cangas do Morrazo.
Estas salinas, descubiertas fortuitamente gracias al proyecto «A Guarda, Mar de Sal», se servían de las mareas y la evaporación solar para concentrar el agua marina y extraer la sal.
Además, cerca de la playa do Muíño, se encuentran las salinas rupestres de A Lagoa, posiblemente anteriores a los romanos. Talladas directamente en la roca, son un ejemplo único de las técnicas de extracción de sal más primitivas.
Hoy, todas estas salinas forman parte de la Senda Litoral de A Guarda, una ruta que ofrece a los visitantes la oportunidad de descubrir la historia y los valores naturales del mar.
Playas de A Guarda
El municipio guardés puede presumir de ofrecer un abanico de playas para todos los gustos. Una de las más populares es la playa de Area Grande, galardonada con la Bandera Azul y con fina arena dorada y aguas cristalinas.
Otros arenales destacados son la playa de Fedorento y la playa de O Carreiro que, debido a su localización junto al puerto, es la playa urbana de A Guarda por excelencia.
Pero A Guarda no solo tiene playas de mar. En la desembocadura del Miño, donde las aguas dulces se mezclan con las saladas, se encuentran playas fluviales de gran belleza como O Muíño, Camposancos y A Lamiña.
Piñeiral Castrexo
Muy cerca de la playa de O Muíño, en Camposancos, a orillas del Miño, se encuentra el Piñeiral Castrexo, un bosque donde el arte y la naturaleza se dan la mano, rindiendo homenaje a la rica herencia castrexa de A Guarda.
Inspirado en el bosque pintado de Oma (Vizcaya) de Agustín Ibarrola, el artista local Xosé Cabaleiro ha recreado en los troncos de los pinos una serie de petroglifos y motivos característicos de la cultura castrexa, iguales a los encontrados en el monte Santa Trega.
Cruces gamadas, trisqueles, laberintos, espirales… formas ancestrales que cobran vida en un juego de perspectivas. Y es que, conviene aclarar que, para apreciar las figuras en su totalidad, es necesario situarse en el punto exacto y mirar en la dirección correcta.
Mapa con los mejores lugares qué ver en A Guarda
¿Cómo llegar a A Guarda?
La villa de A Guarda se encuentra en el extremo suroccidental de la provincia de Pontevedra, a unos 50 minutos de Vigo y a una hora escasa de la ciudad de Pontevedra.
Desde cualquiera de estas dos ciudades hay dos formas de llegar. La más rápida, por la autopista AP-9 y la autovía A-55 hasta Tui, para luego tomar la carretera PO-552 y la CG-4.2, que llevan directamente a A Guarda.
Sin embargo, nuestra recomendación personal para quienes no tengan prisa es tomar en Vigo la PO-552 y hacer una ruta en coche por esta carretera que discurre paralela a la costa, pasando por Baiona y Oia. Este trayecto forma parte del tramo final de la Ruta de los Faros de Galicia y ofrece unas espectaculares vistas de la costa atlántica.
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