En lo alto de una colina, dominando las tierras del verde valle de A Mahía, se alzan las Torres de Altamira, los restos de una antigua fortaleza de la Edad Media, escenario de las cruentas luchas de poder de la época.
Declaradas Bien de Interés Cultural, hoy las Torres de Altamira nos invitan a un viaje en el tiempo para descubrir el fascinante pasado medieval de Galicia.
Historia de las Torres de Altamira
Si bien poco se sabe con certeza sobre el origen de las Torres de Altamira, se cree que su historia comienza en el siglo IX, cuando se levantó la fortaleza primitiva sobre los cimientos de un antiguo castro celta, conocido como el Castro de Altamira.
Desde sus albores, el destino de estas torres estuvo marcado por la turbulencia. Y es que ya en el año 1073, Gonzalo de Moscoso, cabecilla de una de las familias más influyentes de la Galicia medieval, destruyó la fortaleza original.
Este acto, lejos de ser el final, marcó el inicio de una larga y compleja relación entre los Moscoso y las Torres de Altamira, que se convertiría en el escenario de algunas de las páginas más memorables de la historia de Galicia.

La reconstrucción del castillo no fue tarea fácil. Los Moscoso tuvieron que sortear numerosos obstáculos, incluyendo las prohibiciones reales que impedían levantar fortalezas en la «Terra de Santiago» sin el beneplácito del arzobispo compostelano. A pesar de estas dificultades, la familia logró levantar una fortaleza que dominaría el paisaje durante siglos.
Durante la baja Edad Media, las Torres de Altamira fueron testigo de continuas luchas de poder, siendo destruidas y reconstruidas en varias ocasiones.
Uno de los episodios más relevantes fue la Revuelta Irmandiña (1467-1469), cuando los campesinos sublevados, hartos de los abusos feudales, asaltaron y destruyeron la fortaleza, en lo que puede considerarse la primera gran revuelta popular de la Europa moderna.
Tras la revuelta, Lopo Sánchez de Moscoso, primer conde de Altamira, se encargó de reconstruir el castillo. Sin embargo, esto provocó el recelo del arzobispo Alonso II de Fonseca, quien en 1471 sometió a las torres a un asedio que culminó en la batalla de Altamira, del cual salieron victoriosos los Moscoso, consolidando su poder en la región.
El castillo alcanzó su máximo esplendor bajo el mandato de Rodrigo Osorio de Moscoso. No solo amplió la fortaleza con seis torres y un suntuoso palacio, sino que también mandó construir una capilla dedicada a los Reyes Magos en 1594.

A partir del siglo XVI, comienza el declive de las Torres de Altamira. Los condes trasladaron su residencia principal a Santiago y, aunque la fortaleza fue usada como cárcel, archivo y centro de recaudación de impuestos, poco a poco fue cayendo en el abandono.
Finalmente, en 1872, la familia Moscoso vendió la propiedad a un particular. Tristemente, fue utilizada como cantera, y sus piedras sirvieron para construir diversas edificaciones en la zona, como la iglesia parroquial de Brión y la capilla de Santa Minia.
Por suerte, no todo estaba perdido. En 1973, la Diputación de A Coruña adquirió el solar e inició un proceso de consolidación de las ruinas, permitiendo que este testigo milenario de la historia de Galicia pueda ser visitado y admirado en la actualidad.
Las Torres de Altamira en la actualidad
Hoy en día, las Torres de Altamira se alzan como un recuerdo imponente de su glorioso pasado. Y aunque el tiempo y los avatares de la historia han dejado una huella más que evidente, aún es posible imaginar la grandeza de esta fortaleza medieval.
En la actualidad, se conservan principalmente dos torres en distinto estado de conservación. La más al norte, probablemente la Torre del Homenaje en su momento, se alza con su planta cuadrada y muros de casi tres metros de espesor. Al sur, una segunda torre, en mejor estado, alcanza los ocho metros de altura y conserva su bóveda de cañón.

Más allá de las torres, la visita permite descubrir otros vestigios del pasado: la portada gótica con ventana ojival de un antiguo corredor, la base de la fortificación del siglo XV, el pozo del castillo e incluso los restos del antiguo palacio.
Aunque solo quedan ruinas de la imponente fortaleza que un día fue, con sus seis torres y una muralla, la visita a las Torres de Altamira permite hacerse una idea de la magnitud del conjunto en su época de mayor esplendor. La amplitud del patio de armas, por ejemplo, nos habla de la importancia que tuvo esta fortaleza en la Edad Media.
Por todo ello, fueron declaradas Bien de Interés Cultural (BIC) en 1994. Hoy, gracias a los trabajos de preservación de las ruinas hechos por la Diputación de A Coruña, todos podemos disfrutar de este pedacito de la historia de Galicia.
Además, gracias a su privilegiada ubicación, las Torres de Altamira permiten contemplar una de las mejores panorámicas del valle de A Mahía y parte del valle de A Barcala.
Qué ver y hacer cerca: planes para completar la visita
Las Torres de Altamira son uno de esos lugares qué ver cerca de Santiago de Compostela, siendo una escapada más que recomendable si estás en la capital de Galicia, pues se encuentran a menos de 15 kilómetros por carretera.
De todos modos, para que puedas aprovechar la visita al máximo, te vamos a proponer algunos planes con los que completar un día de turismo por las tierras de A Mahía.
Muy cerca, a escasos 15 minutos en coche, se encuentra la bonita aldea de Ponte Maceira, considerado no solo uno de los pueblos más bonitos de A Coruña, sino de toda España.
Por otra parte, en la localidad de Bertamiráns se encuentra el Pazo da Peregrina, un antiguo pazo del siglo XVIII con unos bonitos jardines, ideal para desconectar.
¿Te apetece ver unas panorámicas únicas de la ciudad del apóstol? Entonces no te pierdas nuestro artículo sobre los mejores miradores de Santiago de Compostela.
¿Cómo llegar a las Torres de Altamira?
Las Torres de Altamira se encuentran en el municipio coruñés de Brión, a un paso de la ciudad de Santiago de Compostela. Para llegar, lo más sencillo es conducir por la autovía AG-56 en dirección Noia y tomar la salida 7 con las indicaciones Bertamiráns Norte/Negreira.
Después hay que desviarse por la carretera AC-544 y a la altura de Portanxil, tomar la AC-451 en dirección Brión. Después de pasar la aldea de Brans de Arriba,a partir de ahí, solo tendrás que seguir las indicaciones hacia las Torres de Altamira. ¡No tiene pérdida alguna!
Como no hay demasiado lugar para estacionar en las inmediaciones, te recomendamos dejar el coche en la aldea de A Torre. Desde allí hay un sendero que lleva directamente a los restos de la fortaleza en un paseo de poco más de 5 minutos.
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